
De nada sirve llorar. De nada sirve lamentar. Ya no quiero recordar.
Pero sentada en una silla, con la mirada perdida, recuerdo algún día de esos que nunca logro olvidar.
Y es que mi voz no sabe decir. Mi voz se apaga escribiendo para ti, con espinas que duelen, con secretos que callo, con los que te cuento y los secretos que te guardo.
Tengo en las manos deseos insatisfechos que se me deslizan entre los dedos y no puedo retener.
Con un golpe de rabia le cierro la puerta al pasado, y me largo con mis escritos, en los que nunca te nombré. Y me llevo mis miedos, esos que nunca te conté.
Me voy escuchando el silencio detenido en el aire, sabiendo que cuando más necesite de ti llegará alguien que me haga olvidarte.